A diez años del primer #NiUnaMenos, el Observatorio "Ahora Que Sí Nos Ven" actualiza el mapa del horror: 2.827 femicidios, 41 transfemicidios, niñas asesinadas, adultas mayores golpeadas hasta la muerte, lesbianas quemadas vivas, y un Estado que hoy, bajo el gobierno de Javier Milei, desmantela cada política conquistada por los feminismos.
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Editorial
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Fuente: Foto de la portada del informe
Un hito fundacional en la historia feminista
El 3 de junio de 2015 no fue un día más: fue el día en que la consigna “Ni Una Menos” estalló en las calles y las conciencias. Por primera vez, el dolor se transformó en grito colectivo y agenda pública. La violencia machista dejaba de ser un hecho privado o un “crimen pasional” para instalarse como problema estructural, jurídico, político y cultural. Las mujeres no eran asesinadas por amor: eran asesinadas por ser mujeres.
Esa masiva movilización marcó un punto de inflexión que obligó al Estado a crear registros oficiales de femicidios, a modificar el Código Penal (Ley 26.791), y a impulsar (aunque a cuentagotas) algunas políticas públicas. Pero también marcó el inicio de una lucha sostenida, que hoy enfrenta retrocesos brutales.
La cuenta del horror: 2.827 femicidios, 1 cada 31 horas
Entre el 3 de junio de 2015 y el 25 de mayo de 2025, el Observatorio registró al menos 2.827 femicidios: 2.543 directos y 284 vinculados. A ellos se suman 41 travesticidios y transfemicidios. En promedio, una mujer es asesinada cada 31 horas en Argentina. Si hay un dato que grita por sí solo, es este.
La mayoría de los crímenes (64%) ocurrieron en el hogar de la víctima. El agresor, en el 85% de los casos, era parte del círculo íntimo: pareja, ex, familiar o conocido. El lugar más peligroso para una mujer sigue siendo su propia casa.
Ajuste y odio: un combo letal
La asunción de Javier Milei en diciembre de 2023 marca un retroceso inédito. El cierre del Ministerio de Mujeres, la intención de eliminar la figura del femicidio, el ataque a la Ley Micaela, a la ESI, al Cupo Trans, y al programa Acompañar, no son solo decisiones administrativas. Son decisiones que matan.
A este desguace se suman los discursos de odio desde el propio Poder Ejecutivo. Desde Davos hasta los medios oficialistas, se estigmatiza a los feminismos, se banaliza la violencia de género, y se fomentan crímenes como el lesbicidio múltiple de Barracas, el asesinato de adultas mayores o el encubrimiento de femicidas por parte de las fuerzas de seguridad.
Las vidas que el Estado dejó caer
Niñas y adolescentes: 1 de cada 5 víctimas fue atacada sexualmente. El 23% había desaparecido previamente. En muchos casos, el agresor era un familiar.
Adultas mayores: Golpeadas hasta morir, asfixiadas, asesinadas por sus propios hijos o nietos. La violencia etaria es invisible y letal.
Policías asesinas y asesinadas: Los femicidas con uniforme tienen acceso a armas, jerarquía institucional y complicidad. La flexibilización de la tenencia de armas agudiza el riesgo.
Personas trans y travestis: Invisibles para los medios, la justicia y el poder. En cinco años, apenas se reconocieron 41 casos, aunque las organizaciones estiman muchos más.
Lesbianas: Hostigadas, incendiadas, asesinadas. El lesbicidio existe, pero el Poder Judicial aún no lo reconoce como crimen de odio.
Justicia: un camino lleno de puertas cerradas
El 17% de las víctimas había denunciado antes de morir. El 10% tenía medidas judiciales. Sin embargo, fueron asesinadas igual. Casos como el de Vanesa Troncoso, Guadalupe Mena o Jésica Domínguez demuestran que ni las restricciones de acercamiento, ni los botones antipánico, ni la custodia policial sirven si la justicia sigue siendo patriarcal y las fuerzas de seguridad, cómplices.
Las hijas e hijos del femicidio
Al menos 2.507 niñxs quedaron huérfanxs en estos diez años. La Ley Brisa no alcanza. Las trabas burocráticas, la falta de perspectiva de género y la lentitud judicial vuelven a revictimizar a quienes ya lo perdieron todo.
Una respuesta feminista: más organización, más lucha
El informe de Ahora Que Sí Nos Ven no solo aporta cifras: es un manifiesto político, una denuncia urgente, un llamado a resistir. Porque frente a la desidia estatal, los feminismos siguen en pie. Frente al ajuste, la crueldad y la invisibilización, la respuesta es memoria, verdad, justicia y organización popular.
“No daremos ni un paso atrás”, dicen desde el Observatorio. Porque no es un eslogan. Es una necesidad vital.
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