La jugada de Natalia De la Sota: capitalizar el peronismo huérfano
En un acto realizado ayer en el salón de la CGT histórica, Natalia De la Sota se mostró rodeada por los bustos de Eva Duarte y Juan Perón y junto a dirigentes sindicales, universitarios, cooperativistas y sociales. Sin atril y en un formato horizontal, está capitalizando su candidatura con quienes no se sienten representados por el schiarettismo, el llaryorismo o el kirchnerismo. La heterogeneidad que puede convocar no es casual: surge del vacío que dejaron dirigentes cordobesistas cada vez más burocratizados y alejados del anclaje comunitario.
Autor
Lic. Luciano Chialvo
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Fuente: Foto de Letra P
Ayer, en el salón de la CGT histórica, Natalia De la Sota protagonizó un acto que fue mucho más que una reunión política. En un espacio cargado de simbolismo y memoria, se mostró rodeada por los bustos de Eva Duarte y Juan Perón, en compañía de dirigentes sindicales, universitarios, cooperativistas y sociales. La puesta no incluyó un atril: fue un formato horizontal, de cercanía con la gente, pensado para transmitir diálogo y construcción colectiva.
La dirigente está capitalizando su candidatura con quienes no se sienten representados por el schiarettismo, el llaryorismo o el kirchnerismo. Apunta a las distintas vertientes del peronismo cordobés que quedaron a la intemperie tras años de hegemonía interna, sectores que hoy buscan un nuevo canal de representación. La heterogeneidad que puede convocar Natalia no es fruto del azar: responde al vacío que dejaron dirigentes cordobesistas cada vez más burocratizados y con menor anclaje comunitario.
El encuentro en la CGT histórica, con su carga simbólica ligada a las luchas obreras y a la historia del sindicalismo cordobés, aportó un marco que excede lo meramente partidario. Desde allí, Natalia reforzó la idea de un proyecto que dialogue con todos los sectores: el trabajador formal y el precarizado, el productor agropecuario y el universitario, la militancia territorial y el cooperativismo.
Su discurso se inscribe en un nuevo de la sotismo: no solo como un revival nostálgico, ni tampoco la hija "de" sino como una actualización política del peronismo cordobes que intenta reconstruir la identidad de lo popular desde la pluralidad. Un movimiento que no se ata a las recetas del pasado, pero que tampoco reniega de su herencia política y cultural.
Y aunque el foco estuvo puesto en el presente y el futuro, la referencia histórica fue inevitable. El cierre dejó flotando la idea de que el mayor cuadro político que la provincia dio en tiempos contemporáneos —José Manuel De la Sota— sigue siendo un faro para gran parte del peronismo, incluso para quienes hoy buscan caminos nuevos.
Esta nota se construye con el análisis de la psicóloga y magíster en seguridad Emilia Trabucco, analista de NODAL y del CLAE. La autora muestra cómo los cambios en el gabinete exponen una disputa feroz entre tres círculos de poder. El texto original pertenece a la Agencia NODAL.
El desplazamiento hace una semana de Federico Alessandri dentro del esquema llaryorista generó un nuevo temblor en la estructura del poder provincial, en un contexto donde el gobernador busca consolidar su hegemonía de cara al 2027. La jugada expone el desgaste del schiarettismo, la falta de rendimiento del kirchnerismo en el voto pampeano y las contradicciones de un peronismo liberal que intenta reposicionarse con señales hacia el escenario nacional. En el centro del tablero, Llaryora se mueve entre la prudencia y el cálculo, con una Natalia De la Sota que gana terreno de a poco y un Santilli que observa el movimiento como posible punto de inflexión para las futuras alianzas federales que necesita para restar votos del peronismo nacional, hoy real actor contrahegemónico. No es casual que justo en la previa del encuentro entre el gobernador y Santilli, el kirchnerismo táctico le brinde la estabilidad legislativa, un mensaje estratégico para el nuevo delasotismo a corto plazo, un micro mensaje para la estrategia ahora PRO-libertaria a mediano y al schiaretismo clásico a largo plazo.
El gobierno nacional ensaya una nueva arquitectura del poder donde se mezclan herencias menemistas, cuadros del PRO y la impronta libertaria. La designación de Diego Santilli en el Ministerio del Interior busca otorgarle rostro político y equilibrio institucional a un proyecto que combina ajuste económico, pragmatismo parlamentario y nostalgia de poder. Entre la disciplina financiera, la negociación con los gobernadores y la reconfiguración del macrismo, el mileísmo intenta construir su propia hegemonía cultural y electoral de cara al futuro.