“Fue una película de terror”: a 30 años de la explosión de Río Tercero

El 3 de noviembre de 1995, la ciudad de Río Tercero se convirtió en un campo de guerra. Lo que el poder intentó hacer pasar por un accidente fue, en realidad, uno de los mayores atentados de la historia argentina reciente. Treinta años después, una vecina recuerda aquel día desde su experiencia cotidiana: el trabajo, la corrida, el miedo y la esperanza.

Fuente: Foto ElDiarioAR

 

“Era un día pesado, feo, caluroso…”


“Ese día arrancó un día muy caluroso, un día muy pesado, muy feo, así en el ambiente.


Yo estaba trabajando en una casa de familia y de pronto escucho esa explosión y salgo y me dicen de un taller del frente que había explotado la fábrica. Yo corro, me voy corriendo a mi casa, porque yo estaba a una cuadra y media, y llegué. Tenía las persianas caídas, los vidrios rotos, todo el desastre que hizo…”.

 

La mujer revive con precisión cada segundo. El caos, el polvo, el sonido de las sirenas, la confusión.


“Corría sin entender nada. Entré a mi casa y lo único que hice fue tener una imagen de la Virgen y pedirle que nos cubriera”.

 
“Caían cosas del cielo y no sabíamos qué eran”


“Era una locura, caían cosas y ni sabíamos qué era. Lo que menos imaginábamos era que eran esquirlas. No teníamos la más mínima idea.
Los barrios más cercanos, destrucción total. Hay casas que directamente las destruyó, y las que no destruyó hizo mucho daño.”

 

En medio del miedo, recuerda el encuentro con su hija: “Luciana llegó corriendo a los gritos, me llamaba. Nos fuimos con una vecina hacia el río, a la casa de unos amigos. Era como correr en una película de guerra”.

 

 Siete muertes y una ciudad marcada


“Hubo siete muertes, que gracias a Dios fueron pocas dentro de todo, porque podríamos haber sido muchos más”, dice con alivio y dolor.
“Yo hoy cierro los ojos y veo una película de terror. Cuando bombardean, cuando hay viento, hace calor… eso vivimos. Una película de terror.”

 

Ambulancias, vidrios rotos, vecinos heridos, casas abiertas por la onda expansiva. “Era una anarquía. Las puertas voladas, la gente desesperada, los teléfonos sonando sin nadie que los atienda. No había ventanas, no había puertas, no había nada”.

 
“Un señor me llevó porque buscaba a su hijo”


Horas después, un hecho pequeño pero revelador: “Yo no tenía teléfono. Una vecina sí, pero no estaba. El teléfono sonaba y otro vecino atendió. Era la mamá de mi ahijada, me llamaba porque había tenido un accidente con la moto.


Salí a buscar un taxi y solo había ambulancias, ambulancias, una al lado de otra. Paré a un señor que no conocía, me dijo: ‘Yo busco a mi hijo, no sé dónde está, pero te llevo hasta la esquina de la municipalidad’. Así llegué a la clínica”.

 

En ese momento, recuerda, “salía Mestre, el gobernador. Y también había venido el presidente. Con un cinismo total, porque él sabía lo que había.
Les dijo a los periodistas: ‘Tienen la obligación de decir que esto fue un accidente’. Pero no fue un accidente. Fue un atentado”.

 
“Todo estaba preparado”


“Después, con los días, uno fue entendiendo. Había un camión con combustible al que le pidieron que lo sacara la noche anterior.


Y una señora, la que lleva la Virgencita de Schoenstatt, contó que debía ir a la fábrica con la imagen a las nueve de la mañana, pero la llamaron para decirle que fuera a las diez y media.


Todo estaba preparado. A las nueve tenía que explotar.”

 

El testimonio coincide con las pruebas judiciales que confirmaron años después que la explosión fue provocada deliberadamente para borrar rastros del contrabando de armas hacia Croacia y Ecuador durante el gobierno de Carlos Menem.

 
Fue un bombardeo, y cada vez que veo uno en la tele, me vuelve todo”

 

“Exactamente, fue un bombardeo”, afirma.


“Cuando hoy veo por televisión que bombardean un país, me pongo en lugar de esa gente. Porque eso vivimos acá.


Hay gente que se fue corriendo a otros pueblos vecinos y no sabía ni dónde estaban sus hijos.


Pasaron 30 años, pero uno revive todo. El miedo, el calor, el ruido, las corridas… uno revive todo.”

 
Memoria viva


A tres décadas de la explosión de Río Tercero, la memoria de las víctimas y sobrevivientes sigue siendo una herida abierta.


El dolor se mezcla con la dignidad de quienes no olvidan.


“Yo cierro los ojos —dice— y veo la película. Pero también veo que seguimos acá, recordando, para que nunca más un Estado le dé la espalda a su pueblo.”

 
Fuente: Testimonio de vecina sobreviviente de la explosión de Río Tercero (entrevista a Revista Vérticez, octubre 2025).

 

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