La muerte de un joven de 29 años que se descompensó mientras corría en la costanera de Villa María generó dolor, preguntas y temor en la comunidad. Frente a la circulación de versiones fragmentadas, el profesional de la salud y profesor de Educación Física Gerardo Piva aporta una lectura integral que ayuda a comprender los factores posibles y a recuperar el valor de la prevención sin caer en la demonización de la actividad física.
La ciudad todavía está atravesada por la conmoción. El miércoles por la noche, un joven que corría por la costanera se desplomó en plena vía pública. Testigos iniciaron maniobras de RCP, los equipos de emergencia organizaron un cordón sanitario y la ambulancia lo trasladó con urgencia al Hospital Pasteur. Minutos después se confirmó su fallecimiento.
La noticia se expandió con la misma velocidad con que aparecieron dudas, temores y especulaciones. En el medio del dolor, surgió una pregunta inevitable. Cómo puede pasar algo así mientras alguien realiza una actividad que, en principio, está asociada al bienestar.
Para iluminarlas desde una mirada profesional y pedagógica, Gerardo Piva propone comprender el hecho desde una perspectiva multifactorial, evitando interpretaciones simplistas y concentrándose en lo que realmente ayuda a la comunidad.
“La actividad física aporta muchos más beneficios que riesgos. Este tipo de episodios suelen ser multifactoriales y no deben llevar a la gente a dejar de moverse”
Piva recuerda que, ante un suceso así, lo primero es reconocer que pueden intervenir factores preexistentes, genéticos o clínicos.
“Puede ser que haya habido un problema cardíaco de base. Hoy existen estudios muy completos que permiten evaluar la fisiología del corazón tanto en reposo como en actividad”
La ciencia ofrece herramientas precisas como ecoestrés, cámara gamma, estudios vasculares y evaluaciones de diástole y sístole. Pero no siempre se realizan antes de comenzar entrenamientos intensos o actividades exigentes que requieren cierto control previo.
A esto se suman otras variables que no siempre se toman en cuenta y que pueden precipitar un episodio.
“Hay que ver la ropa, el nivel de estrés, la hidratación. La deshidratación vuelve la sangre más viscosa y el corazón debe esforzarse más. Todo eso puede predisponer a un evento”
El cuerpo humano es un sistema sensible a múltiples condiciones. Las altas temperaturas, la humedad y los horarios de exposición solar incrementan el riesgo cardiovascular, especialmente si la persona ya arrastra una predisposición hereditaria o una condición no diagnosticada.
Por eso, Piva insiste en pensar el entrenamiento desde la progresión y el cuidado sostenido.
“Evitar las horas de mayor calor, hidratarse bien, usar ropa adecuada y entrenar de manera gradual son medidas fundamentales. Y es clave no cortar el entrenamiento durante el invierno para no exponerse después a esfuerzos bruscos”
“No hay que demonizar la actividad física. Lo importante es hacerse los chequeos cardiológicos y morfofuncionales, tener hábitos higiénicos, progresar paso a paso y sostener el movimiento. Son muchos más los beneficios que los riesgos”
La tragedia que golpeó a la comunidad abre una oportunidad para pensar en conjunto. No desde el temor, sino desde el compromiso con la salud integral. Los controles, la hidratación adecuada, la escucha del cuerpo, el acompañamiento profesional y los entornos seguros para entrenar son parte de una cultura del cuidado que se construye colectivamente.
Villa María, que siempre fue territorio de corredores, caminantes y deportistas recreativos, necesita volver a ese espíritu sin dejar de aprender. Porque la prevención no borra el dolor pero sí puede salvar vidas.
Fuentes:
En exclusiva declaraciones de Gerardo Piva para Revista Vértices.
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