🍊 El campo que alimenta: por un modelo agroalimentario con soberanía
En un contexto de hambre creciente, concentración económica y crisis ambiental, la Mesa Agroalimentaria Argentina lanza un llamado a construir otro modelo productivo, desde abajo, con el alimento como derecho humano y la tierra como bien común. Frente a la extranjerización, el monocultivo y el mercado sin regulación, proponen soberanía alimentaria, trabajo digno y arraigo rural.
Autor
Redacción
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Fuente: Foto de Tiempo Argentino
Desde la Mesa Agroalimentaria Argentina se sostiene una convicción firme: la producción agroalimentaria tiene una función social esencial. Un país con hambre no es una nación libre. Por eso, se propone un modelo con acceso a la tierra, con pueblos vivos, con producción local, cooperativas y PyMEs fortalecidas. Un campo que genere trabajo digno, que reactive las economías regionales y que construya soberanía desde la base. Un campo integrado a un esquema agroecológico, con tecnología soberana y con políticas públicas activas. Un campo que garantice el derecho humano a una alimentación adecuada para toda la población argentina.
La disyuntiva es clara: concentración o democratización, dependencia o soberanía. El camino elegido es el de la soberanía alimentaria, sin falsas dicotomías. Se rechaza la idea de que exportar solo es posible desde un modelo concentrado y transnacional. Se afirma que sí es posible aumentar la producción, generar divisas, exportar, sin recurrir al paquete tecnológico de las grandes corporaciones como Bayer, Syngenta o Cargill. Es una falacia sostener que sin ese modelo no se puede. La realidad diaria de miles de productores lo demuestra.
Frente a un sistema que se sostiene sobre el despojo, se plantea una pregunta clave: ¿hasta cuándo se va a sostener este modelo extranjerizado donde las penas son de nosotros y las vaquitas ajenas? ¿Cuánto más vamos a aceptar que se produzca solo desde la lógica del mercado, ignorando la perspectiva de los derechos humanos? El caso Vicentín, la discusión sobre la hidrovía del Paraná, el precio de los alimentos que no deja de subir mientras la soja alcanza valores históricos: todos son síntomas de un mismo modelo que ya no da más.
Por eso, desde el campo que alimenta se plantea la necesidad urgente de avanzar en políticas activas y diferenciadas. Un Plan Nacional de Abastecimiento que incluya un Plan Ganadero (porque en Argentina se produce la misma cantidad de carne que hace 25 años), un Plan Fruti-Hortícola (porque se consume menos de la mitad de frutas y verduras que recomienda la FAO), una planificación de cuencas lácteas y el fortalecimiento de agroindustrias locales. No alcanza con el discurso: se necesita un Estado presente, con decisión política y capacidad de acción.
Los pasos concretos están planteados: una Ley de Acceso a la Tierra; financiamiento adecuado al sector; normativas específicas para faena, elaboración y transporte; impulso real a la agroecología como modelo productivo; y una política estatal de compra pública que priorice a los productores que sostienen la alimentación del pueblo. Porque el alimento no puede seguir en manos del mercado. Porque la tierra no puede seguir concentrada. Porque la política pública debe priorizar al sujeto agrario que produce con sentido social.
La pandemia, el hambre global, el colapso ecológico y el crecimiento del descarte de alimentos son síntomas de un sistema perverso. Naciones Unidas avanza hacia una Cumbre de Sistemas Alimentarios donde se debate cómo garantizar el derecho a la alimentación en el mundo. Argentina tiene la oportunidad de pararse desde otro lugar: con políticas públicas alineadas a la Declaración de Derechos Campesinos y a las luchas territoriales, o bien del lado de las corporaciones. No hay punto medio.
La Mesa Agroalimentaria Argentina se plantea como un espacio abierto, de diálogo y propuestas. Se convoca a construir desde los territorios, desde la producción primaria, la agroindustria, la comercialización, las universidades, el sector público y privado, en un puente constante entre campo y ciudad cuyo lazo principal son los alimentos. Porque el alimento es más que un producto: es un derecho, es comunidad, es soberanía.
La invitación está hecha. A construir juntos un nuevo modelo agroalimentario en el país: socialmente justo, ambientalmente sostenible, tecnológicamente soberano y económicamente viable. Un modelo que garantice el mercado interno y que aumente, desde otra lógica, la capacidad de exportación y generación de riqueza. Un modelo no para el mal de ninguno, sino para el bien de todos.
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