Carlos Baravalle, productor de Carrilobo y referente de base federada. En un contexto de desregulación total y concentración acelerada, Baravalle sostiene que los derechos del pequeño y mediano productor deben ser parte de la agenda democrática. “El campo no puede quedar en manos del mercado o los especuladores. Si no hay políticas públicas para sostenernos, lo que se viene es hambre y sojización sin retorno”, advierte.
La relación entre derechos agrarios y alimentación no es un eslogan, es una ecuación concreta. “Cuando fundís un productor de cebolla, de uva, de carne o de leche, lo que hacés es depender de la importación, y eso después encarece todo”, explica. “Hoy hay gente que está produciendo a pérdida, cobrando lo mismo que el año pasado con todos los costos por las nubes”.
Baravalle es claro: “No se puede pedir que alguien que sabe producir carne se pase mañana a hacer leche o vino. Esos cambios llevan años, conocimiento, errores, experiencia. Esto no es cambiar de rubro en una oficina”. Y completa: “Los fracasos en el agro son pérdidas económicas, no errores de cálculo en un Excel”.
Sobre las políticas de gobiernos anteriores, también es crítico: “El gobierno de Alberto Fernández tuvo la oportunidad de implementar una política agraria popular, y la desperdició”. Menciona el fracaso del reintegro segmentado de retenciones y la vuelta atrás en el caso Vicentin como ejemplos clave. “Eligieron el dólar soja, no a los productores”.
“Todos los gobiernos hablan del agro cuando necesitan recaudar, pero no cuando hay que cuidar a los que producimos”, afirma. Para Baravalle, el problema es estructural: “Nadie discute cuántos productores queremos tener. Sin ese debate, no hay país posible”.
Y agrega: “Sin productores, no hay alimentos sanos, no hay precios justos, no hay empleo rural, no hay jóvenes en el campo, no hay pueblos vivos”. Lo que queda en pie es un modelo de concentración feroz: pools de siembra, tierras en manos de fondos financieros, especulación a gran escala.
La propuesta, para Baravalle, no es solo resistencia. “Hay que hablar de sustitución de importaciones, de tecnologías nacionales, de saberes comunitarios, del INTA, del CONICET, de la agroecología, del arraigo”. Pero todo eso requiere decisión política y voluntad de gobernar para el pueblo.
“Nosotros no pedimos privilegios. Pedimos que no nos empujen a alquilar el campo y desaparecer”, concluye. Para Baravalle, la pelea por los derechos agrarios es la misma que la del derecho a la vivienda, al trabajo o al alimento: “Si se garantizan esos derechos, ganamos todos”.