🔍 Desarmando el mito: cómo nos contaron la Revolución de Mayo
Este texto, realizado por la historiadora villamariense Carolina Benedetto —docente jubilada de nivel secundario, investigadora, pedagoga popular e integrante orgánica de la APDH Villa María—, es ofrecido a Revista Vértices para ser leído en comunidad. Con mirada crítica y sensibilidad pedagógica, la autora propone repensar el relato oficial de la Revolución de Mayo, desarmando mitos fundacionales, revisando exclusiones sociales y analizando las tensiones que marcaron el nacimiento del Estado argentino. Una herramienta para construir memoria colectiva, desde abajo y con compromiso por una sociedad más justa.
Autor
Carolina Benedetto
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Fuente: Foto Argentina.Gob
Nuestros abuelos y abuelas estudiaban a la Revolución de Mayo, en las escuelas, de esta manera: “El día 25 de mayo de 1810, a pesar de la lluvia y el frío, el pueblo se reunió en la Plaza Mayor, para imponer al Cabildo su voluntad con su presencia”. “Los criollos entendieron que estando destronado el rey de España, el virrey había perdido su autoridad y que el pueblo, podía darse su propio gobierno”.
Aunque en los últimos años hemos asistido a una profusión de nuevos y coloridos libros escolares, parece ser que nada ha cambiado. Pareciera que “La patria fue creada, armónicamente, sin conflictos sociales, gracias a los próceres, quienes fueron acompañados por el pueblo; y por ello, tanto la patria como los próceres merecen nuestro homenaje”.
Aquí es donde, nos enfrentamos a una disyuntiva: seguir haciendo del 25 de mayo un hecho estereotipado, que nos lleva a equívocos que resultan hilarantes, o permitirnos la posibilidad de conocer y dar a conocer una verdad relativa, asentada en la síntesis de la investigación histórica. Optamos, pues, por la búsqueda de la verdad científica.
¿Y por dónde comenzamos?
Hoy sabemos que un Estado para existir necesita de: un territorio independiente de una nación, de un gobierno, de leyes, del apoyo popular y del monopolio de la fuerza física
¿Qué es la nación?
La nación son comunidades que se definen por su capacidad de imaginarse aglutinados y unidos, formando parte de una misma historia y compartiendo un mismo proyecto futuro. Es una construcción social e histórica que realizan los pueblos, que hace que un habitante de La Quiaca se sienta más unido a uno de Ushuaia, que a un boliviano que está a unos pocos kilómetros de su casa. Una nación es ese imaginario que nos hace sentir hermanos a la distancia. Hoy, cumple 200 años un proyecto histórico colectivo, llamado Argentina.
¿Pero, por qué entre tantos hechos históricos se sigue privilegiando el recuerdo de la Revolución de Mayo?
Se trata de nuestro “mito” de origen, existe una tradición de asociar el origen de la nación con la Revolución de Mayo. Esto no es un hecho natural, sino que tiene una historia muy conflictiva, propia de nuestra sociedad. Comenzó a gestarse, no en la época misma de la revolución, sino cuando se consolidó el Estado nacional, en la segunda mitad del siglo XIX, lo cual termina de consagrarse en 1910. Allí se forja la idea de la Revolución de Mayo como el momento de alumbramiento, que coincide con la toma de conciencia de la nacionalidad argentina. No es un simple acontecimiento, se transformó en un mito de origen que: logró cobijar a todos los sectores, que buscaban enterrar un pasado de dependencia oprobiosa.
Así qué es un mito de origen que surge allá por 1850 ¿Y por qué recién después de 1850?
Porque recién en 1853 tuvimos la ley máxima, nuestra constitución y se organizó de manera definitiva el Estado nacional.
Para esa época se desplegaba en el mundo occidental, el debate sobre la 'nación' como fundamento legitimador del Estado. Un Estado que aspirara a ser considerado una potencia debía ser la expresión de una nación homogénea, que asegurara la solidaridad del pueblo con el Estado y los gobernantes.
Uno de los desafíos fue, entonces, cómo nacionalizar a las masas, máxime en el caso de la Argentina que eran tan heterogéneas, integradas por extranjeros, reacios a naturalizarse.
Para los gobernantes, se trataba tanto de un problema de orden interno como de su imagen exterior; por eso adoptaron un programa sistemático de "construcción de la nacionalidad". La escuela tenía un importante lugar, pero también se insistió en la formulación de una tradición histórica, la definición de un panteón de héroes, el afianzamiento de los símbolos patrios, la valoración de los festejos, y finalmente, el servicio militar obligatorio.
Según la historia, ¿cuáles fueron las causas de la Revolución de Mayo?
Hoy se sabe que, fue consecuencia de un proceso de desintegración de la monarquía española, que dio pie al surgimiento de una junta de gobierno que se asentaban en la doctrina de la retroversión de la soberanía. Hacia 1810, se estaba asistiendo al derrumbe de un mundo y la revolución se presentó como una salida que, al cortar con un modelo agotado, permitía darle legitimidad a la medida. No se trataba de un mero cambio de gobierno, era una transformación profunda que llevaría a un nuevo orden guiado por los principios de libertad y justicia.
Nos encaminábamos hacia la Independencia y a la formación de un nuevo país.
¿Cuántos habitantes tenía Buenos Aires en 1810?
Buenos Aires era una ciudad en la que vivían, aproximadamente, 40.000 personas; de esos 40.000 habitantes, sólo eran considerados vecinos menos del 10 %, ya que según el derecho español para acceder a la condición de vecino era necesario ser propietario. No obstante, no todos los propietarios fueron invitados ya que para el Cabildo Abierto del 22 de mayo, sólo concurrieron nada más que 261.
¿Qué nos está diciendo esto?
Que, en los hechos que pusieron en marcha el proceso revolucionario de mayo, participó el 2% de la población que tenía la ciudad de Buenos Aires.
¿Quiénes fueron esos participantes?
Grandes comerciantes y hacendados; y unos pocos profesionales, militares y religiosos.
Pero, ¿y el pueblo? ¿No era que el pueblo pedía “saber de qué se trata”?
La única intervención popular estuvo dada por aproximadamente 600 (seiscientas) personas provenientes de los suburbios de la ciudad que, reunidas por French y Beruti en la Plaza Mayor, fueron utilizadas como fuerza de choque para acelerar la caída del Virrey. Desde luego, para que esa presión resultara efectiva, hubo que recurrir al uso de fuegos artificiales, armas blancas y de fuego. Muy lejos, de un supuesto reparto de cintitas celestes y blancas.
¿Y entonces, no fue una revolución popular?
La Revolución de Mayo tuvo un carácter minoritario, ya que el 98 % de la población de la Capital del Virreinato no tuvo participación. Fue un movimiento criollo y burgués, de la elite ilustrada y acaudalada.
Desde nuestro origen, nos conformamos como una sociedad cruzada por diversos conflictos: criollos y españoles; Buenos Aires y el Interior; saavedristas y morenistas; la elite y el pueblo.
¿Me contarían esa historia sobre la disputa entre criollos y españoles que ocurrió el 25 de mayo de 1810?
La verdadera disputa era entre el monopolio comercial y el librecambio. Un enfrentamiento dentro de la clase propietaria, entre quienes hacían negocios exclusivamente con España y quienes, desde las invasiones inglesas de 1806-7, habían visto que hacer negocios con los ingleses redundaba en mayores ganancias. Fueron estos últimos quienes presionaron para liberar estos territorios del dominio español y encontraron, en mayo de 1810, la ocasión para hacerlo.
Todavía hoy seguimos con la puja entre Buenos Aires y el Interior. ¿Qué pasaba con Córdoba en ese entonces?
En 1810, Córdoba contaba con algo más de 10 mil habitantes y la Universidad Nacional de Córdoba cumplía casi 200 años, siendo la única al sur de Chuquisaca. La pugna entre Córdoba y la capital del país tenía raíces económicas, que se remontan al siglo XVIII cuando nuestra economía estaba ligada al Alto Perú, (a Potosí) y el puerto de Buenos Aires a España.
La Revolución de Mayo generó en Córdoba brotes contra-revolucionarios. La Primera Junta había dispuesto la creación de un ejército cuyo primer cometido era someter a los pueblos del interior del ex-virreinato para imponer lo decidido en Buenos Aires. De esta forma, en Córdoba son fusilados el ex Virrey Liniers y un grupo contrarrevolucionario. Pero, también tuvo prestigiosos adherentes, entre ellos, el rector de la Universidad, el deán Gregorio Funes.
Bueno, entonces, ¿nacieron otros proyectos político- económicos?
Hubo otro proyecto diametralmente opuesto al de Buenos Aires. Fue el de la “Patria Grande”, encarnado por José Gervasio Artigas, al que abraza Córdoba, debido a su conciencia de autonomía que, después, se convirtió en fervor federal.
¿Qué son los saavedristas y los morenistas?
Estos son los seguidores de Saavedra, por un lado y los seguidores de Moreno, por otro. El primero, más conservador, era partidario de una política moderada. Mientras que Moreno interpretaba un espíritu más revolucionario, jacobino, y promovía una rápida independencia de España.
¿Y... quién ganó?
Nadie, como en toda Revolución, la misma se fagocitó a los revolucionarios; todos murieron en la pobreza.
¿Qué ideas filosóficas enarbolaban los integrantes de la Primera Junta?
Los patriotas de Mayo eran hombres influenciados por las ideas de la Ilustración y las teorías del padre Suárez. Su sueño era implantar un nuevo orden que se asentara en los principios de libertad, igualdad y fraternidad. En otras palabras, una nación de ciudadanos copartícipes de un pacto político.
Pensaban desde un ”nosotros”, los nacidos en América, quienes nos rebelamos al poder español, ese nosotros era inclusivo, reunía al criollo, al español, al indígena y afro-americano. No en vano, nuestro himno dice: «Ved en trono a la noble igualdad. Libertad, libertad, libertad».
El ideario de los hombres de la Primera Junta era la igualdad en libertad. Por eso, Manuel Belgrano disponía en su expedición al Paraguay que: «Todos los naturales son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode. Desde hoy les libero del tributo». Y de la misma manera, se expresan los documentos de Juan José Castelli, en su «Proclama de Tiahuanaco», la «Disertación sobre el servicio personal de los indios», de Mariano Moreno, o la resolución de la Asamblea del Año XIII acerca de la libertad de vientres.
¿Cómo era la sociedad de 1810?
La clase acomodada, que eran los criollos y los españoles, estaba constituida por ricos comerciantes, estancieros, profesionales, militares y el clero. Luego estaba la plebe, con gran número de mestizos, que eran los trabajadores libres, los artesanos y tenderos pobres. Estos lograr mayor participación a través de las milicias.
La clase baja estaba formada por indígenas, los esclavos y los libertos, muchos de los cuales pasarán a ser parte del grueso de los ejércitos de las guerras de la Independencia. El gaucho pertenecía a la clase baja rural, era muy indisciplinado, vivía de changas y era incorporado al ejército a través de la leva.
Fuente: Foto de Iz. Diario
Fuente: Foto de Bachillerato de las Artes UNLP
¿Pero, por qué hoy no tenemos una sociedad justa como era el anhelo de los hombres de Mayo de 1810?
Al poco tiempo de la Revolución, el poder quedó en otras manos y se fue conformando la oligarquía terrateniente. Ese “nosotros” pasó a ser una categoría hegemónica propia del criollo y quedaba resumido en la única tarea de civilizar, es decir, conducir tanto al indio como al negro en dirección a la cultura europea. Eran conscientes de las diferencias de clases, intentaban mantenerlas para imponer la dominación.
En la segunda mitad del siglo XIX, la Argentina se incorporó al mercado mundial, siguiendo los intereses de los grandes propietarios se requirió de tierras de los indígenas para ponerlas a produr granos y carnes para el mercado inglés. Esto justificó la Conquista del Desierto y del Chaco, que significó el exterminio de los pueblos originarios y la consolidación de la oligarquía. En total, después de la campaña de Roca, se entregaron 41.787.023 hectáreas de tierra a 1.843 terratenientes. Al presidente de la Sociedad Rural, José María Martínez de Hoz, se le entregaron 2.500.000 hectáreas, a 541 oficiales del Ejército se les dieron 4.679.510 hectáreas. Al general Roca se le obsequiaron 65.000 hectáreas. Más tarde, ya presidente, Roca entregará 2.500.000 hectáreas de territorio patagónico a 137 estancieros ingleses y a diez de otras nacionalidades.
¿Cómo fue la celebración del Centenario?
Centenario se caracterizó por la proliferación de estatuas, edificios y monumentos, que intentaban mostrar los altos logros económicos de un modelo agro-exportador. Con estas construcciones se trató de esconder la democracia acotada y el conflicto social.
¿Hubo grandes conflictos sociales para 1910?
Por un lado, se va gestando la protesta rural, protagonizada por los chacareros, que estalla en 1912. Por otro, también apareció la protesta en las ciudades. Al igual que los chacareros, los trabajadores urbanos, que era una masa dispersa, extranjera, y en buena medida analfabeta; estaban sometidos a duras condiciones de vida, con desocupación cíclica, viviendas en mal estado, hacinamiento y elevados alquileres.
Muchos optaron por la formación de sindicatos obreros, enrolados en diferentes corrientes ideológicas, inicialmente los más exitosos fueron los anarquistas, por lo que recibieron también una atención especial por parte del Estado, que reprimió dura e indiscriminadamente a los inmigrantes. Desde 1901 el movimiento huelguístico fue en aumento, hasta culminar en la huelga general de 1910, que enturbió los festejos del Centenario.
¿Y qué pasó con los ideales de la Revolución Francesa, que guiaron a la Revolución de Mayo?
Se abandona el concepto de nación propio del racionalismo francés y se toma él de nación cultural, del romanticismo alemán. Éste se fundamenta en remotas raíces comunitarias, expresadas en la lengua, la historia y las tradiciones, la literatura y la música, y en algunas versiones, en la raza.
Hacia 1910, para los intelectuales más críticos y algunos miembros de la elite gobernante, la nacionalidad argentina no era suficientemente original, homogénea y vigorosa. Ninguno de los elementos con que se definía la nacionalidad, en aquella época, resultaban satisfactorios para el caso argentino.
La lengua no servía para diferenciarnos de los otros países hispanoamericanos y la "argentina" era considerada una lengua de segunda, notoriamente inferior a la española. La raza era igualmente equívoca, pues la mezcla era evidente y la apelación al "crisol de razas", la unidad por constituirse a partir de la mezcla, carecía de ese elemento fundante necesario para una buena doctrina nacional. La historia era otra fuente de querellas: ¿quiénes eran dignos de figurar en el panteón? Y ¿quiénes definían los rasgos de la nacionalidad? Así dos actores institucionales se arrogan esta investidura: el Ejército y la Iglesia, que luego tendrán gran influencia en la historia del siglo XX.
Los grupos dirigentes y una parte de la elite intelectual supusieron que la raíz de los males de la sociedad argentina estaba en los extranjeros indeseables y frente a la inmigración, sacaron a relucir un nacionalismo agresivo que se tradujo, en ocasión de algunos conflictos, en una real persecución a través de la Ley de Residencia, que autorizaba a deportar a los indeseables.
No obstante, en otros primó una actitud más racional y conciliadora y buscaron la manera de canalizar las tensiones y de solucionar la "cuestión social". Dentro de ese espíritu, el Congreso empezó a sancionar leyes que mejoraban la condición obrera, impulsadas por diputados católicos y socialistas.
Nuestra historia estuvo cruzada por contradicciones y dicotomías
La historia argentina ha confundido, desde sus orígenes, los conceptos de inclusión y civilización. Esta contradicción primaria se mantuvo a lo largo del tiempo y fue el fundamento de las principales políticas gubernamentales. Así, luego del genocidio de indios llevado adelante por Julio A. Roca, las pocas comunidades originarias que quedaron fueron "civilizadas" a la fuerza y sin consentimiento. La generación del 80 hizo de la escuela el principio civilizatorio por excelencia y las culturas diferentes traídas por los inmigrantes fueron docilizadas bajo un mismo sistema educativo. Ser civilizado era ser blanco, católico, hablar el español y, principalmente, estar incorporado al proceso productivo. Estar fuera de esto era la barbarie.
La escuela definía la inclusión mediante la educación como una forma del proceso civilizatorio, incluir era "volverlos normales", esto es, civilizarlos bajo los parámetros de la normalidad hegemónica. La inclusión, entonces, suponía la anulación de la historia personal y la obediencia a las formas de comportamiento y conocimientos ofrecidas por la sociedad "civilizada". Si educar era incluir al diferente, el diferente debía dejar de serlo.
A pesar de todas las críticas que se pueden hacer a la escuela normal, hoy se la reconoce como una gran propagadora de cultura y una herramienta para la movilidad y el ascenso social.
¿Siguen hoy estas dicotomías?
Durante el siglo XX nos diferenciamos entre: argentinos y extranjeros, demócratas y comunistas, gente de bien y cabecitas negras, radicales y peronistas, compatriotas y subversivos; es decir: nosotros y ellos. Este proceso tuvo su punto culminante en 1976, cuando la intolerancia llegó a su más alto grado y se cobró la vida de 30.000 personas, que desaparecieron por pensar diferente.
El golpe militar arremetió, además, contra la clase media propietaria de empresas familiares y contra la clase obrera; lo cual permitió el triunfo de una forma salvaje de capitalismo, guiado por un liberalismo neoconservador. Se cerraron 20.000 pymes y hoy la pobreza trepó al 31,8 por ciento y la indigencia al 11,7; por lo que más de 17 millones de argentinos tienen sus necesidades básicas insatisfechas.
Argentina siempre tuvo una clara actitud de negación de las minorías, ya sean los inmigrantes, los indígenas los negros y los marginados, pero de a poco se han dado claras muestras de avanzar hacia una sociedad más pluralista. El reconocimiento de la diversidad cultural es el primer paso. El fin de la dictadura militar y el amanecer democrático permitieron un mayor despliegue de este pensamiento de inclusión. Fue recién en estos últimos 40 años de la vida política argentina que la necesidad de inclusión de los sectores más desprotegidos pudo mostrar una continuidad en su lucha por afirmar el respeto a lo diferente. Nos falta mucho por avanzar.
Una educación que atienda a la diversidad y una conciencia de reconocimiento del otro, de respeto y la consideración hacia lo diferente, es lo que generará una experiencia política democrática y justa para todos.
La inclusión social es una práctica concreta y militante que lleva a cabo todos las personas comprometidas con el desafío de alcanzar una sociedad más justa.
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