Villa María, el país y sus sombras: cuatro diálogos con Jorge Daher

En esta conversación profunda con Revista Vértices, Jorge Daher revisa el origen real de Villa María, la disputa entre poderes locales, el peso persistente del centralismo porteño, el derrumbe de las viejas estructuras partidarias y la ausencia de liderazgos capaces de transformar la cultura democrática argentina. De Yucat al ferrocarril, del cordobesismo a la epopeya de San Martín, del voto sin partidos al recuerdo de Alfonsín, emerge una lectura crítica y lúcida sobre nuestra identidad histórica y política.

El territorio que existía antes del plano, antes del tren y antes de los relatos oficiales


En diálogo con Revista Vértices, Jorge Daher explica que la historia local no empieza con un acto solemne ni con un fundador iluminado, sino con movimientos más silenciosos y profundas marcas culturales. “Villa María se la denomina la hija del riel” señala, recordando que el primer núcleo urbano importante estaba en realidad “del otro lado del río, en Villanueva, que era una pedanía importante, con cincuenta años de diferencia respecto a Villa María”. El próximo aniversario lo confirma. “El año que viene Villa Nueva cumple doscientos años”.


Villa María, en cambio, nace de un loteo. “Surge de un loteo inmobiliario cuya propiedad era de Manuel Anselmo Campo”, explica Daher, quien detalla que el crecimiento se da por la llegada del ferrocarril. “En la construcción del ferrocarril se instalaron muchas casas y poblados. Se fue construyendo Villa María por eso la hija del riel”.


Con las vías llegaron las primeras actividades urbanas: almacenes, oficios, movimiento poblacional.
El plano de la nueva población se eleva a la provincia el 25 y el 27 de septiembre de 1867, probablemente llegue el informe de aprobación. Así queda definida como fecha de nacimiento aunque con diferentes interpretaciones: “Uno lo toma cuando llegó el plano y el otro cuando se aprobó. Ese es el nacimiento de Villa María y por lo tanto no hay un movimiento fundacional”. La ciudad, dice Daher, no tiene “padres fundadores” en el sentido clásico. Nace de una decisión inmobiliaria y del avance del tren.


Pero el territorio tiene una historia más profunda y menos contada. Sobre los Sanavirones destaca un rasgo que la tradición oral repetía: “algunos se destacaban por su altura, rubios y ojos claros”. Afirma, “fue un lugar de mucho desarrollo cultural tanto indígena como colonial que terminaron entrecruzándose”. Desde Laguna Honda, Yucat se desplazaron grupos hacia lo que hoy es Parque Villa Nueva, otro punto sin fecha fundacional precisa, entonces Estancia y también Posta de Ferreira.


Daher afirma: “En Tío Pujio tampoco hay una fecha. Yo creo que Tío Pujio era anterior a todo”. Allí aparece la figura del portugués Juan Antonio Fiusa, quien al quedar viudo con “ciento setenta mil hectáreas”, decide retirarse a un convento y donarlo todo a la orden. Hoy esas tierras se reducen a unas diecisiete mil, explotadas por colonos.


En este entramado aparece uno de los episodios más sorprendentes de la historia local: la posibilidad de que la capital del país se instalara en la zona entre Villa Nueva y Villa María. “Aparece una ley que la veta Sarmiento. La ley mandaba a estudiar esta zona para erradicar la capital federal en un entorno de diez kilómetros”. Sarmiento rechaza la idea con un argumento que hoy suena brutal. “Dice que no se puede hacer la capital en un lugar despoblado y que tiene que luchar con los malones permanentes de los indios”.


Daher recuerda que durante las presidencias de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca los malones se repetían. “Suceden por lo general por los incumplimientos del Estado. Cuando no cumplían con alimentos y otras promesas, venían los malones”. Uno de los más grandes ocurrió en 1866 en la zona de Villa Nueva. “Se llevan como diez mil cabezas de ganado y muchos cautivos”, un episodio que enlaza incluso con la historia de la Basílica de Luján a través de la familia Lazos y la promesa del cura Salvaire, fundador de la Basílica.


En todo este recorrido, Daher vuelve al punto inicial. Villa María no surge de una ceremonia ni de un fundador único. “Podemos confirmar que no hay un evento fundacional, sino un loteo de venta de terreno vinculado al paso del tren”. Y cuando se le pregunta si coincide con la idea de que la ciudad carece de una matriz fundacional clásica, responde: “Sí, coincido. Plenamente”.


Desde su origen, dice, Villa María queda marcada por dos grandes corrientes culturales y políticas. “Se ven claramente dos líneas ideológicas fuertes. La católica y la liberal. Acá ha habido muchos masones, gente anticlerical, profundamente anticlerical”. Una tensión que, según el profesor, no es un detalle sino una semilla que atraviesa toda la vida pública local.


La inestabilidad local, el poder provincial y la larga sombra del centralismo argentino


Jorge Daher sostiene que ciertas tensiones históricas siguen presentes en la política local, aunque transformadas. “En esa estructura yo creo que permanece, con distintas características, sin violencia explícita”, reflexiona. Sin embargo, señala que esa dinámica dejó una marca profunda en los gobiernos municipales. “Tocó en los líderes gubernamentales municipales una tragedia. La mayoría terminó mal, terminó con problemas, y el que se iba era controlado por el que llegaba. Hacían inspecciones, denunciaban a la justicia”.


Ese comportamiento no fue excepcional. “Hubo mucha destitución por parte del Concejo y también mucho golpe de Estado en su momento”, recuerda Daher. Cuando surge la pregunta sobre la influencia de la provincia y un posible castigo político hacia Villa María, responde con calma. “No, salvo excepciones muy puntuales”.


El diálogo vuelve entonces al peso simbólico de Sabattini, una figura que marcó a Córdoba. “¿No quieren otro Sabbatini que salga de acá?” se le plantea al conservadurismo de entonces. Daher no descarta la hipótesis, pero la encuadra en una lógica más amplia. “Hoy hay mucha especulación desde el punto de vista de la concepción que nosotros tenemos de la democracia. Vos llegas al poder por votos, entonces la lucha es quién tiene los votos”.


La política contemporánea, afirma, está guiada por un pragmatismo sin disimulo. “Las alianzas vienen también de arriba, no solamente de Córdoba, vienen de Buenos Aires. Este tiene problemas, no importa, tiene votos. Este de derecha y aquel de izquierda, no importa, tienen votos. Busquemos el discurso de adaptarnos y vamos por el que tenga votos”.


Ese proceso, para Daher, erosionó algo fundamental. “No hay un respeto por una lucha cultural que antes sí la tenían”. En su lugar apareció otra lógica. “Hoy hay mucho más mercantilismo en la toma de decisiones”. La disputa se volvió una competencia de slogans. “Si no fijate la construcción de lo que se denomina el cordobesismo. La batalla de slogan hoy. Juan es Córdoba”.


El punto de quiebre vuelve siempre al mismo núcleo: el centralismo porteño. “Desde que se nos ocurrió hacer una nación, el problema fue, es, y seguirá siendo el centralismo porteño”, afirma Daher sin dudar. “Lo sufrió San Martín, Belgrano, Guemes, Artigas, lo sufrieron todos”. Ese poder, sintetiza, “le ganó a todas las independencias provinciales”, desde Artigas hasta Urquiza. “Nunca fuimos un país federal. Somos un país unitario. Somos el país que propuso Rivadavia”.


El razonamiento se extiende hacia la estructura estatal heredada de la colonia. “El esquema de Rivadavia era el del Imperio Español. El rey, el virrey, el gobernador delegado. Ese era el modelo”. Aunque ese proyecto duró poco, su espíritu sobrevivió en la práctica política. “Terminó siendo este país lo que siempre fue, el centralismo porteño”.


La conversación aterriza en el presente. Daher observa un escenario en transformación, donde los partidos históricos pierden terreno. “El radicalismo y el PJ están perdiendo terreno en los últimos años" ante potencias extranjeras. Para él, esto no es novedad sino continuidad. “Siempre hubo condicionamiento”. Y amplía la mirada geopolítica. “Estados Unidos tiene una parte, China crece de manera agigantada, hay otra parte importante. Esta sí es una disputa económica”.


En esa disputa global, Argentina queda atrapada en un patrón que nunca logró romper. “Somos un país dependiente. Sigue vigente la construcción de los modelos hechos en mitad del siglo pasado. A nosotros nos exigen dedicarnos a la explotación primaria”. Hoy eso incluye los minerales, con un auge enorme. Pero sin transformar la estructura productiva. “Siempre trabajando en materia prima. Los que tienen la tecnología, que no somos nosotros, la transforman en manufactura con un valor incalculable”.

 

La ecuación es vieja y conocida. “Siempre los valores del intercambio fueron favorables a la manufactura y no a la producción primaria”. Las excepciones fueron escasas. “Salvo un periodo de dos años en que la materia prima valió más que la manufactura. Fue la época de Kirchner, en 2003”.

 

 

Del auge sojero al fin del siglo de los partidos y el triunfo de Milei como síntoma del hartazgo


Jorge Daher retoma su análisis mirando hacia principios del siglo XXI. Señala que hubo un momento excepcional para la Argentina, que no volvió a repetirse y que no supimos aprovechar. “A partir del 2004, fundamentalmente por la soja, con valores entre 600 o 700 dólares, algo históricamente nunca visto, pasó Argentina a tener niveles de ingresos antes nunca vistos”. Lo define como “un hecho aislado, hasta irreal”, que no cambió la estructura profunda del país y que dejó un escenario de dependencia tecnológica creciente. “Vamos a ser muy dependientes de un sistema que no manejamos y que te diría que la mayor parte de nuestra dirigencia no lo entiende”.


Al evaluar las identidades políticas tradicionales, Daher es contundente. “Radicalismo, peronismo, son estructuras institucionales en vías de extinción”. Explica que casi todos los partidos nacieron como movimientos, pero hoy ya no son espacios de representación real. “El radicalismo nace como un movimiento revolucionario en contra de la corrupción de quienes gobiernan… llega la democracia al poder y comienzan los golpes de Estado”. Muchos de esos partidos desaparecieron. “El partido demócrata en extinción, al igual que el MID, la mayoría de los partidos creados a fines del siglo XIX, principios del XX están desapareciendo”.


Incluso señala que el peronismo nunca fue estrictamente un partido. “Siempre fue un movimiento y siempre rechazó el concepto de partido político”. Hoy las estructuras solo funcionan como herramientas electorales. “La gente no vota más partidos políticos, vota personas. Y ni siquiera vota a la persona que es candidata, vota un referente”.


Esa idea sirve como antesala para responder una pregunta inevitable. ¿Por qué ganó Javier Milei? Daher no duda. “Porque ha habido una importante saturación de una hegemonía kirchnerista… imbuida de una corrupción hoy altamente probada”. Y repasa esa cadena de comprobaciones que se acumularon durante años. “Antes era que se decía, después que había una investigación periodística, después aparecieron los cuadernos, después miles de empresarios, y ahora ex funcionarios arrepentidos que ratifican lo que estaba escrito”.


Aclara que la corrupción no nació en ese período. Recuerda el empréstito de la Baring Brothers, financiera inglesa y resume: “El tema de la corrupción es un hecho permanente”. Para él, Milei aparece como un fenómeno distinto. “Lo distinto puede ser bueno, malo o peor que lo que se fue, pero es distinto”. Y eso ya alcanza para explicar buena parte del voto reciente. “Gana porque los otros eran lo mismo. No hubo otro diferente”.


No ve en el voto un entusiasmo programático. “La expectativa está en decir no vuelvo con aquello. ¿Qué pasa con esto? Bueno, esto es para rescatar la democracia, esto es lo importante de la democracia. La gente tiene la posibilidad de la alternancia”.


Daher defiende con claridad una agenda institucional. “Hay que implementar boleta única en Villa María… es lo que nos va a dar sustentabilidad de mejores gobiernos, de transparencia en el manejo de los dineros públicos”. Su postura es firme: no quiere revoluciones, quiere instituciones. “No quiero revoluciones, ni de derecha, ni de izquierda, ni del medio. Quiero democracia. Purifiquemos la democracia”.


Sostiene que el sistema ya tiene todo lo necesario. “Tenemos todos los instrumentos para hacer que la democracia sea un instrumento válido. El modelo está en la constitución. Apliquemos el 14 bis y después sigamos hablando”.


La conversación se dirige entonces hacia la república. “El cumplimiento de las leyes y la división de poderes son el sustento de la república”. Sin eso, dice, la democracia pierde fundamento. Y advierte un deterioro alarmante. “Hay momentos en que la ley no se respeta… la ley nos da la convivencia”. Los problemas incluyen desde ordenanzas ignoradas hasta conflictos como Uber y taxis. La raíz, afirma, es estructural. “Como es un país de dirigentes corruptos, les da lo mismo cumplir la ley que no cumplirla”.


Señala también la responsabilidad del poder judicial. “Una justicia que está más especulando con el poder político de turno que con mantener lo que dice la ley… es el incumplimiento de la ley lo que va a terminar con la república”.


Y no deja fuera a los medios de comunicación. “Muchos medios dependen de la pauta del Estado… en función de la pauta hago la nota, el reporte, la columna”. También describe las desigualdades entre medios grandes y medios locales. “A mí me implica ir a tocar diez puertas, a vos te implica dos”.


Daher observa que algo nuevo está alterando el paisaje informativo. “A partir de este siglo las redes están transformando los medios tradicionales”. Su propia distancia tecnológica lo lleva a una reflexión. “Hay una diferencia inmensa entre un chico que vive en redes y un profesor que sigue con tiza y pizarrón”.


El cierre del bloque es íntimo y político a la vez. “Lo que más deseo es la independencia económica de la gente”, dice. Esa es, para él, la verdadera libertad. “La libertad es económica. Si no tenés, siempre vas a depender. En lo macro es exactamente igual”.


Y cuando se le pide elegir personajes históricos, no duda. “San Martín, Belgrano y Güemes”. La admiración es total. “La epopeya de San Martín es extraordinaria… hizo lo que hizo prácticamente sin dinero oficial”. Resume su liderazgo en una línea que parece también una declaración de filosofía política. “Tuvo absolutamente claro qué quería y dónde quería ir”.


Alfonsín como último referente ético y el desafío de reconstruir una identidad histórica común


En el tramo final de la entrevista, Jorge Daher se detiene en una pregunta simple pero decisiva. ¿Extraña algún dirigente político contemporáneo? Su respuesta aparece sin vacilar. “Alfonsín, sin temor”. Valora en él la lucha persistente por establecer “la democracia y la cultura de la democracia y de la convivencia”. Recuerda su mensaje central. “Él decía que si nosotros no nos unimos, porque son más las cosas que nos unen que las que nos separan…”. Para Daher, Alfonsín logró una síntesis excepcional entre democracia y justicia social. “Supo aunar eso, supo diferenciar el poder militar y económico, ubicándolo donde correspondía”.


Se detiene un momento en una advertencia que el histórico dirigente había formulado. “Predijo que si no nos unimos vamos a hacia una libanización, nos vamos a matar entre nosotros”. Y confiesa que ese peligro sigue acechando. “Es una espada de Damocles que seguimos teniendo los argentinos”.


Desde allí pasa a un diagnóstico contundente. “No veo liderazgos potentes que sean capaces de transformar la cultura. No los veo”. Para él, la raíz del problema está en la formación histórica. “La escuela secundaria en Argentina hoy solamente tiene un año de historia argentina”. La universidad también. “Es una ley. Y yo estoy convencido de que nuestro sustento es la historia… cómo estamos parados si no tenemos una historia que nos respalda”, por eso también se repiten los errores.


Daher vuelve entonces a la figura del propio Alfonsín. “Nos faltan líderes como Alfonsín para transformar un país que necesita justicia social y riqueza que llegue a la gente”. Ante la pregunta de si lo conoció, cuenta que sí. Relata que, mientras él era inspector de escuelas y organizador del congreso pedagógico, otros referentes locales —como Miguel Olaviaga y Camilo Rodríguez— tenían con el expresidente un vínculo cotidiano. Más tarde, desde su rol como gerente de una entidad empresaria, impulsó una gesta cultural: “empezamos a traer conferencistas… era una manera de traer la cultura de Buenos Aires acá”.


Recuerda momentos imborrables. “Al primero que trajimos fue a Schiaretti, que era ministro de Industria de Menem”. Evoca una frase que generó escándalo. “El que tenga menos de 500 hectáreas de campo, véndala porque se van a fundir”. Y señala cómo, tras un colapso del campo, esos diagnósticos quedaron desmentidos por la realidad. También trajeron a Bordón, a Alfonsín, a Frigerio —el gran desarrollista que acompañó a Frondizi— y varios más. “Todo eso fue una gesta… nos ayudó a ver un montón de cosas”.


Cuando describe a Alfonsín fuera de la actividad política, lo recuerda “cansado, muy lúcido”. Habla de un concepto que el expresidente repetía: “nuestro problema es el conservadurismo”. Y agrega una recomendación que hoy cobra dimensión. “Hay que leerlo a Alfonsín… no solo lo que él escribió, sino lo que él leía, para entender la dimensión que él le daba y el respeto a la democracia”.


El cierre de la entrevista deja un eco claro. Más que nostalgia, es una advertencia histórica. Más que un recuerdo, es un llamado a reconstruir una cultura democrática que no dependa de voluntades aisladas.

 

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